Las fuentes del Nilo

           En esta parte del trabajo vamos a explicar uno de los rincones extremos de la geografía romana antigua: las fuentes del Nilo. El interés por descubrir el origen y la causa de las inundaciones de este misterioso río parte ya de la Antigüedad. Aquí detallaremos las diferentes investigaciones que se hicieron en época romana para conocer los secretos del “don de Egipto”. 

          Séneca nos da noticia de una expedición para buscar las fuentes del Nilo organizada por Nerón en 61 y 65 d. de C., capitaneada por dos centuriones. Pero aquella intentona, a pesar de contar con la ayuda del rey de Etiopía, siguió el curso del Nilo Blanco sólo hasta la zona pantanosa del Suud (en el Sudán del Sur, a unos 1.000 km del lago Victoria). Desde donde no pudieron proseguir (Cuestiones Naturales VI, 8). Aquella información le sirve al filósofo para atribuir las crecidas del río a aguas subterráneas pues no cree que de otro modo pueda surgir tanta agua.

           Mientras que Séneca solo aporta vagas informaciones sobre esta expedición, Plinio el Viejo (Historia Natural, VI 181ss.) es más preciso pues habría tenido acceso al informe oficial de Nerón. Plinio nos informa de que unos soldados pretorianos fueron enviados junto con un tribuno a explorar el nacimiento del Nilo. También hubo otra expedición anterior en tiempos de Augusto, al mando del prefecto de Egipto, Publio Petronio (23 a. de C.) que tomó poblaciones entre la primera y cuarta cataratas, en territorio nubio, y llegó al reino de Méroe, combatió a su reina Candaces y se adentró unos 1.200 km. Lo que no nos dice el texto es si lo hizo siguiendo el curso del Nilo Azul (hacia el Este) o el del Nilo Blanco (hacia el Sur). Pero, teniendo en cuenta que se está hablando de una guerra contra el reino de Etiopía, se podría entender lo primero (Plinio, Historia Natural, VI 188). 


Representación del mundo según Ptolomeo (s. II d. de C.)
donde se señalan las fuentes del Nilo.
          Además, Plinio nos habla de que las fuentes del Nilo se localizan, siguiendo al rey Juba II, en la Mauretania inferior, en un monte cercano al Océano, formando después un lago (Plinio, Historia Natural V 51). La causa de sus crecidas, según él, son las nieves acumuladas o las lluvias de Mauritania.
          Por su parte, Dión Casio señala que el ejército romano de Mauritania Tingitana ha tenido la misión de alcanzar la cordillera del Atlas, en cuyos dominios marroquíes se habla del nacimiento del Nilo ( Dión Casio XXV 13).

         Está claro que ni Petronio, ni los pretorianos de Nerón consiguieron llegar a las fuentes del Nilo Blanco, ni Azul, pero ya demostraron un profundo interés por el tema. Por otro lado, Plinio se apoya en los escritos de Juba II que parece confundir dos ríos: uno puede tratarse del Níger que recorre África desde el oeste hacia el este. El lago del que se habla parece tratarse del lago Chad. Plinio supone que el Níger y el Nilo son el mismo río. Por su parte, Dión Casio y Juba podrían referirse al río Draa, el principal cauce del Atlas.

        Lo mismo le sucede a Pomponio Mela para quien las fuentes del Nilo están en Etiopía de los Hesperios, en el denominado Nuchul (¿el río Níger?) (Corografía, III 84). La Etiopía a la que se refiere Mela no es la que nosotros conocemos sino otra que él sitúa en el Oeste de África. 


Curso alto del Nilo 
          Es en la auténtica Etiopía, donde Paulo Orosio, ya en el s. V d. C., sitúa las fuentes del Nilo ( Historias I.2 28-33), junto al mar Rojo, en un lugar que se llama emporio Mosilo (un promontorio de Etiopía). Además describe el curso de un río que coincide con el Nilo Azul: discurre primero hacia el oeste y gira después hacia el norte hasta llegar a Méroe y termina regando las llanuras de Egipto.
             Orosio distingue dos ríos: el Dara, que nace en el Atlas y se oculta bajo las arenas del desierto, y el Nilo. El primero lo podemos identificar con el Draa (o Daraa o Dra, principal río marroquí), pero Nuchul sugiere el río Niger. El otro parece corresponder al Nilo Azul, el río que, encerrado entre montañas, formando cataratas entre escollos, se despeña de forma abrupta con un estrépito que ensordece a los lugareños.

          
            El nacimiento del Nilo Azul, más allá del lago Tana (Etiopía), fue descubierto por el español Pedro Páez el 21 de abril de 1613, aunque el escocés James Bruce se arrogara ese honor en 1770. Este escocés aseguraba que el Nilo Azul era el río principal mientras que el Blanco solo era un afluente. El Nilo Azul, de hecho, es el responsable de más del 80 % del caudal del Nilo, así como de las inundaciones de verano puesto que es entonces cuando se produce la estación lluviosa en su nacimiento (entre junio y septiembre), tal y como descubrieron los españoles tras el descubrimiento de su nacimiento. La fascinación que produjo aquel momento en Páez se demuestra a través de sus palabras
“El 21 de abril del año 1613, estando aquí junto con el rey (el Negus Socinios Melec Segued III, del que era consejero Páez), subí a este lugar y observé todo con mucha atención. Descubrí primeramente dos fuentes redondas, cada una de unos cuatro palmos de diámetro, y vi con gran agrado lo que ni Ciro, rey de los persas, ni Cambises, ni Alejandro Magno, ni el famoso Julio César pudieron descubrir”. (Bishop, George, Viajes y andanzas de Pedro Páez, primer europeo en las fuentes del Nilo Azul, Bilbao, 2002, p. 162).

Primer mapa de las fuentes del Nilo.
Croquis del curso del Nilo Azul, en el que se 
puede ver la fuente del río (en el país de los 
agaus) así como el lago Tana según 
Batasar Téllez, Historia de Etiopía,
1660 citado por Bishop, p. 163.)

          Acerca de la aventura de Pedro Páez, podemos citar la novela de Javier Reverte, Dios, el diablo y la aventura: la historia de Pedro Páez, el español que descubrió el Nilo Azul, Barcelona, Palza & Janés, 2001, además del ya citado George Bishop, Viajes y andanzas de Pedro Páez: primer europeo en las fuentes del Nilo (1613), Bilbao, 2002.


          En cuanto al Nilo Blanco, finalmente, fueron los ingleses R. F. Burton y J.H. Speke, en la segunda mitad del siglo XIX (1858) quienes consiguieron descubrir su enigmático nacimiento, gracias al apoyo y financiación de Royal Geographical Society. Ocho meses después de su partida, Burton pensó casi con certeza que su origen podía ser el lago Tanganika. Pero Speke, que era más tenaz y escrupuloso, no estaba tan convencido. Estuvieron a punto de dejar la exploración, ya que éste último había sufrido una infección ocular. Pero de vuelta oyeron que había un lago que los nativos llamaban Nyanza. Speke, quien no estaba seguro de que el lago Tanganika fuese lo que estaban buscando, se separó de su compañero y emprendió una excursión que le llevó hasta las orillas de un lago, al que bautizó como Victoria, en honor a su reina inglesa.
Fuente:

         Posteriormente Stanley confirmó esta idea a partir del hallazgo de las cataratas de Rippon Falls (actualmente desaparecidas por la construcción de una presa).