La Tabula Peutingeriana: un mundo sin fronteras

La Tabula Peutingeriana es el mayor monumento cartográfico que nos ha legado la Antigüedad. Muy posiblemente está inspirado en el orbis pictus de Agripa. Se trata de un conjunto de pergaminos que reproducen 11 secciones de un mapamundi. Según Talbert (Rome´s World: the Peutinger map reconsidered, p. 84) se trata de una copia que data de alrededor del año 1200 realizada por un copista (un monje de Colmar) que conocía bien la zona de los Vosgos (SILVA VOSAGOS) y la Selva Negra (SILVA MARCIANA). Pero el original pertenece a la época de Diocleciano teniendo en cuenta la ideología que se transmite, además de que en el mapa aparece Constantinopla que fue fundada en 328.

Segmentos V y VI de la Tabula Peutingeriana
donde se representa a Italia, con la capital Roma,
entre el mar Adriático y el Mediterráneo.


         Siempre han existido dudas acerca de la verdadera naturaleza de la Tabula: ¿mapa o itinerario? ya que no intenta representar las formas reales del terreno. Sin embargo Talbert considera que no estamos ante un mero diagrama o itinerario pues presenta un fuerte contenido cartográfico (Ibid, p. 87), contradiciendo la opinión expuesta en la entrada correspondiente de la wikipedia.
La copia se conserva en la Biblioteca Nacional de Austria, en Viena. Es un rollo de pergamino (0,33 m de alto y 6,72 m de largo) que fue dividido en 12 hojas. La primera de ellas, - que reproducía Hispania (España y Portugal) y la parte occidental de las Islas Británicas -, ha desaparecido. Se conservan las 11 hojas originales restantes. La página que falta fue reconstruida en 1898 por Konrad Miller. En el original, Roma quedaba en posición central, dominando sobre el resto del mundo. A este fin, las escalas se modificaron para que Asia resultara más pequeña de lo que realmente es, e Italia más grande. También se excluyeron regiones marginales como Arabia, China o el Este de África. Por tanto los límites eran el Océano al Oeste mientras que para el Este, la India y la isla de Taprobane.
        El mapa está orientado al Norte, cosa que no es una regla fija en la Antigüedad, según vemos en otros ejemplos conservados. Así en el catastro de Orange la orientación es variable, en la Forma Urbis es al Sur y en el mapa del escudo de Dura Europos es Oeste-Sudoeste.
     Como dice Talbert, la esencia de la Tabula es saber integrar datos científicos con inspiración artística, recalcando que no era un mapa para realizar viajes o campañas militares (como sugiere la wikipedia en el artículo correspondiente) sino para ser expuesto en un lugar fijo. A este respecto obedece su enorme tamaño (33 cm X 672 cm que en el original pasaban a ser 33 cm X 732 cm) así como la deformación de las masas de Tierra y la estilización de los mares hasta convertirse en un canal.
            El mapa refleja la ideología de Tetraquía de Diocleciano (princ. S. IV d. de C.). (Ibid. p. 145), según la cual Roma constituye un Imperio fuertemente unido y bien comunicado. En este sentido Talbert sugiere la posibilidad de que el mapa original decorase el ábside de la basílica del Palacio de Diocleciano en Split. Las medidas del ábside (7 m) y la disposición de Italia y Roma en el centro avalan la tesis; la franja del mapa coincidiría con la zona templada del globo terráqueo de Macrobio, tal y como muestra el siguiente dibujo:

Ábside del Palacio de Diocleciano en Split.
Sobre el trono del emperador aparece una banda horizontal
que corresponde a la Tabula Peutingeriana original,
con la posición central de la península de Italia,
sobre la cabeza del emperador, pensada
para impresionar al espectador. (Talbert, ibid., p. 144)


        La Tabula muestra una red de ciudades, caminos, -incluyendo las distancias entre los distintos asentamientos-, templos, balnearios, fuertes, puentes, ríos, montañas, islas, etc. Podemos ver todo tipo de accidentes, símbolos o viñetas, pero no vemos fronteras: el mapa refleja un mundo sin fronteras. La Tabula serviría -según Talberg-  para expresar la constelación de pueblos sobre la que dominaba Roma, unidos, bien comunicados y cercanos entre sí. En particular podemos ver las representaciones personificadas de las ciudades más  importantes del Imperio: Roma, Constantinopla y Antioquía.
Además podemos mencionar los accidentes geográficos, marcados con diferentes colores; los centros urbanos que aparecen con nombres; torres; las cadenas montañosas, estilizadas con líneas de curvatura continua o los grandes bosques con algunos dibujos de árboles.
Otro detalle sugestivo es el uso del color para acentuar características del paisaje que, ciertamente, ayudaban al viajero: para la tierra no se usó pigmento sino que bastaba el color de la misma piel del pergamino; el negro se utilizó para las fronteras; los océanos, mares, lagos, ríos y tierras cercanas a zonas desconocidas son de color verde oscuro; el rojo sirvió para marcar los caminos principales, y el gris y rosado amarillento para las cercanías de las montañas. 
(Fuente: http://www.historiaycultura.cl/doc/invitados/Cubillos_La_tabula_peutingeriana.pdf)
            Todo ello podemos apreciarlo  en la presentación que hemos elaborado.


Presentación de la Tabula Peutingeriana
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A partir de este mapa, en el que se representa a Roma como centro del mundo, podemos preguntarnos, ¿efectivamente, todos los caminos conducían a Roma? La respuesta es afirmativa pues, incluso después de la época pagana y debido a su refundación cristiana, Roma logró mantener su protagonismo durante el Medioevo. Por eso podemos concluir cantando, como el carretero de A. Machado:

“Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va”.
(Proverbios y Cantares, LII 13-16)