La propaganda augústea se encargó de pregonar que los
romanos eran los dueños de un “Imperio sin término”. Este es el motivo de que
en la Geografía de Estrabón se trate
con escepticismo todas aquellas regiones que se hallan más allá de los límites
del Imperio Romano: se desprestigia a los autores que informan de ellos, se
rebaten sus informaciones, se duda de su existencia.
Plinio,
en su Historia Natural plantea unos límites muy definidos al orbe habitado.
Considera que al este se encuentra la India, al oeste Gades, al norte el
nacimiento del río Don y al sur Etiopía y los territorios donde se pierde el
rastro al río Nilo. Sin embargo reconoce que hay territorios fuera de estos
límites aunque no sean habitables. Así habla de las Islas Afortunadas (las Fortunatae Insulae romanas, las Makáron Nêsoi griegas) como la tierra
más extrema al Oeste; de la isla de Tule (sobre la que se cierne un día de seis
meses y una noche de otros seis) al Norte; de las misteriosas fuentes del Nilo,
al Sur y de la isla de Taprobane (Ceilán), más allá de la India. Todos estos
territorios, por supuesto, son inhabitables, circunstancia que excusa a Roma de
su conquista.
A
continuación pasamos a revisar cada uno de estos rincones extremos del mundo:
Fortunatae Insulae, Tule, Fuentes del Nilo y Taprobane.
Los confines del orbis terrarum, según el mapa de Pomponio Mela (s. I d. de C.) |